El escándalo Sayco-Acinpro.

21.01.2012 17:21

La alianza Sayco-Acinpro es apenas una pequeña muestra tropical de ese fenómeno de acaparamiento y explotación de los anhelos y angustias de los creadores, en beneficio personal de unos pocos.

Una serie de denuncias de empresarios de espectáculos musicales y de parientes de destacados compositores, pusieron en el ojo del huracán anticorrupción a la Organización Sayco-Acinpro, que se define en su web institucional como “una entidad sin ánimo de lucro, creada hace más de 20 años, dedicada a recaudar los derechos generados por la explotación comercial de la música en los establecimientos abiertos al público en todo el territorio colombiano”.
Algunos medios, especialmente radiales, han dedicado amplios espacios a describir dramas, como el del maestro Wilson Choperena, compositor, entre muchas otras, de la célebre canción ‘La pollera colorá’, quien a sus casi 90 años manifiesta, a través de su esposa, que “la limosna que le da Sayco por sus derechos de autor no les alcanza para sobrevivir”. O el caso de los herederos de Lucho Bermúdez, que entablaron una demanda contra esa entidad porque presuntamente no les ha pagado en los últimos 15 años las regalías de los derechos de las múltiples y exitosas composiciones del maestro, que ellos valoran en más de $17.000 millones de pesos y cuyo pago habría sido ordenado hace varios años por sentencia judicial.
Con base en la legislación que regula los derechos de autor en el país, la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia, Sayco, y la Asociación Colombiana de Intérpretes y Productores Fonográficos, a través de la Organización Sayco-Acinpro, recauda y distribuye “equitativamente” entre los afiliados al sistema, los derechos de reproducción y ejecución en vivo, lo mismo que lo correspondiente al derecho conexo de comunicación de la música fonograbada, utilizada en emisoras y canales de televisión. Estos derechos son cobrados a los usuarios, que de conformidad con el Artículo 158 de la Ley 23 de 1982, son aquellos propietarios de establecimientos o empresarios de conciertos y espectáculos públicos que “en forma permanente u ocasional comuniquen la música para sus clientes, en forma directa o indirecta”.

Se trata del recaudo de sumas considerables de dinero, pues según los registros de la propia organización, su actividad cobija más de 8 millones de obras musicales de todo género, tanto nacionales como extranjeras, y las interpretaciones de más de 1.200 cantantes y ejecutantes colombianos. Para vigilar que eso sí se cumpla conforme a la ley, está la Dirección Nacional de Derechos de Autor, adscrita al Ministerio del Interior, cuya gestión, por lo visto, deja mucho qué desear, pues no de otra manera se explica que el alud de quejas que dice haber recibido el ministro Vargas Lleras, le costara el puesto a su director, Juan Carlos Monroy.
Ojalá dé resultado la “exhaustiva investigación” que anuncia el señor Ministro y que, comprobadas las irregularidades, se castigue con severidad a los responsables. Pero creemos que la ocasión es propicia para revisar ese tema de las regalías por derechos de autor, que al igual que los derechos de patentes sobre el desarrollo de nuevos inventos técnicos o productos como los fármacos o los programas de software, so pretexto de beneficiar a los artistas por sus creaciones o garantizar la recuperación de la inversión de los investigadores, terminan beneficiando sobre todo a grandes conglomerados o a poderosas burocracias intermediarias, como es el caso de Sayco-Acinpro, con sus 20 oficinas recaudadoras en todo el país y con gerentes que se ganan sueldos multimillonarios.
Nosotros hemos sido críticos de ese sistema de patentes y derechos de autor que no tienen fecha de vencimiento y que, como pasa en el caso de los medicamentos y en el de los productos informáticos, son una nueva manifestación de imperialismo, pues va convirtiendo a los países subdesarrollados en tributarios permanentes de grandes transnacionales. En la música y en los llamados productos de la industria cultural ocurre prácticamente lo mismo. Y la alianza Sayco-Acinpro es apenas una pequeña muestra tropical de ese fenómeno de acaparamiento y explotación de los anhelos y angustias de los creadores, en beneficio personal de unos pocos.